Fernando Sánchez Medina
 
 
Falleció en la UNI el 24 de Octubre de 1966
 

 

 

 
 

Me envía Toni Clariana Brau (1965-1969) el siguiente correo:

 

Sucedió al comienzo del curso escolar de 1966. Los estudiantes llegaron a mediados de octubre y a unos cuantos se les permitió bañarse en la piscina cubierta...

Al parecer este chaval de tan sólo 16 años sufrió un corte de digestión y  se ahogó sin que nadie se diera cuenta, ni siquiera horas más tarde en su Colegio,  pues reinaba cierto descontrol de inicio del curso.

Imaginaros qué impacto tan brutal debieron sufrir sus padres.

 Algún Padre Dominico  o ex.alumno de aquel entonces debe saber más de tan lamentable suceso.

Saludos.
TONI.
 

Luís Terradillos Andrés relata pormenorizadamente este mismo suceso:

    Fernando Sánchez Medina, como otros muchos en aquel año 1966 entre los que me encontraba yo, venía desplazado de la laboral de Tarragona y, básicamente, fuimos alojados en el colegio Luis de Góngora, creo que en el aula 3D pues hacíamos, ese año, tercero de oficialía. Creo recordar que el 24 de octubre era lunes y teníamos  fiesta en la laboral por causa de algún santo local que no recuerdo (San Rafael?). Como era habitual, había película para todos por la tarde, hecho que muy pocos se lo perdían por aquel entonces, de única cadena de TV en blanco y negro. El día había amanecido lluvioso.

                Las habitaciones en el  Luis de Góngora eran de 7 alumnos y en una de ellas, entre otros, estábamos Fernando y yo. Ese día Fernando se levantó quejándose de un pequeño resfriado y dolor de garganta. Incluso comentó que podría tener algo de fiebre y que, posiblemente, se pasaría por la enfermería. Quiero recordar que el primer síntoma de que un alumno estaba en la enfermería era que faltaba el albornoz en la “taquilla”.

                No hubo novedades durante el día y después de comer, como también era habitual, de forma espontánea se organizó un partido de fútbol en el que unos nos animábamos a los otros para completar, en lo posible, los dos equipos. El tiempo seguía siendo frío y lluvioso y los que disputamos aquél partido, terminamos de barro hasta las cejas. Uno de los jugadores era Fernando, que aguantaba el resfriado y que preguntado al respecto, confesó sentirse algo “jodido”.

                No sé quién fue el informador, pero se corrió la voz de que la piscina cerrada iban a vaciarla la próxima semana, una vez terminada la temporada de baños y que en ese momento se encontraba abierta para el que quisiera echarse un “chapuzón”. Puesto que el agua caliente era un invento por llegar en nuestras duchas de aquellos tiempos, allí que fuimos todos a la carrera puesto que el cine comenzaba en unos minutos y había que cambiarse. Ni que decir tiene que el agua de la piscina tenía el color marrón oscuro, típico de las riadas. Quiero recordar, asimismo, que en este tipo de eventos, cada cual llevaba la indumentaria que le apetecía y no eran pocos, entre ellos Fernando ese día, los que se llevaban el albornoz al campo.

                Nos pegamos el “chapuzón” de forma rápida pues además que había prisa por el cine, el agua estaba helada. Corrimos al colegio y de allí al cine. A la cena y a dormir no se presentó Fernando y en su taquilla faltaba el albornoz. Definitivamente se encontraban mal y había ido a la enfermería quedando internado. Ese fue el parte que el jefe de aula pasó durante los dos días siguientes a los profesores al pasar lista.

                Creo recordar que el día 26, estando en clase, entró el padre Ilzarbe (nuestro padre “picota” por su prominente nariz) y señalándome con el dedo me dijo “tu, sal un momento”. Se fijó en mí porque, como muchos que veníamos de  Tarragona, llevaba un jersey con raya amarilla en las mangas (colegio Eugenio D’Ors de Tarragona). Una vez en el pasillo me preguntó si conocía a Fernando y al contestar afirmativamente, si tenía una fotografía de él. Me temía lo peor y subí a la habitación a por la fotografía que todavía hoy conservo. Cuando la vio comentó, no hay duda, es él y, entonces, me informó de la aparición de un cadáver en la piscina cerrada, hecho que se había producido al vaciar íntegramente la piscina.

                Después de darme ánimos y preguntarme si tendría el valor de reconocerle, nos dirigimos a la citada piscina y allí, entre un montón de Dominicos, que sería incapaz de recordar, me encontré con Fernando cuyo gesto, daba a entender que la muerte, como diría después la autopsia, se había producido por hidrocución (creo que se llama así). Allí estaba su albornoz,  debajo de un banco en la grada. No soy experto, pero durante los procesos judiciales siguientes, a los que tuve que asistir, comentaron que Fernando había muerto por la gran impresión que le había producido el agua fría, quizás agravada por su estado febril. Sus pulmones no tenían una sola gota de agua.

                A pesar de los bulos que corrieron por aquellos días, esos fueron los hechos reales y en nada puede reprocharse ni a los Dominicos ni a sus amigos, lo sucedido. Su estado físico y aquel partido con baño frío que quizás nadie debió jugar, fueron los causantes de aquel desgraciado accidente,  las prisas y una serie de detalles como  la falta del albornoz en su taquilla, nos despistaron a todos y dimos por hecho que había ingresado en la enfermería.

                Nunca podré olvidar a Fernando, el sufrimiento de su familia y al bueno del Padre Villacorta que los acompañó a Ávila para darle el último adiós.

 

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