Diego Zarco González
 
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Escribe Carmelo Lara Ginés:

(...) De Diego Zarco González, puedo decir lo bueno e íntegro que era.

Un buen estudiante, trabajador, respetuoso, esforzado, buen amigo, conversador -a la vez que silencioso-, solidario, esperanzado en su futuro.

Hablaba entrañablemente de su familia, de sus padres.

Enamorado de Puertollano.

Deseaba que llegasen las vacaciones para estar con sus amigos, con todos los suyos.

Siempre he recordado el impacto que me produjo su muerte.

Fue en el comedor, cenando, cuando se sintió indispuesto, un poco mareado, con ganas de vomitar.

Me pidió ayudarle a salir del comedor, pensando que tal vez al darle el aire fresco del patio sería suficiente para superar la crisis.

Recuerdo que tuve necesidad de sujetarlo por detrás, por las axilas.

Que no podíamos conseguir llegar a ninguna de las puertas y que como pudimos -él ya estaba casi desvanecido- abrimos una de las ventanas aquellas que dan a los patios interiores y lo dejé apoyado en el alfeízar, con el propósito de ir y avisar a uno de los que vigilaban el comedor.

Así lo hice. Apenas me escuchó o no entendió o no supe explicarme.

El caso es que volví donde dejé a Diego y pude ver que no se encontraba mejor. Él cada vez más pálido, casi sin poder mirar.

Nadie vino a ayudar o a decidir y no nos quedó otra opción que ir hacia la enfermería, como pudimos.

Lo atendió uno de los médicos, con el cariño y diligencia que siempre lo hacían con todos.

Murió a las pocas horas de ingresar allí.

Después sólo recuerdo que fui a la capilla a llorar.

A la mañana siguiente nos dieron la noticia de su muerte, y después ya se hicieron los funerales.

En ellos vi de lejos a sus padres y al resto de la familia que pudo acercarse a Córdoba para recoger lo que quedaba de Diego.

De los padres puedo decir que los contemplé derrotados por la muerte del hijo. Tallados los rostros por el trabajo y principalmente por el dolor. De negro riguroso, como era costumbre. Personas hundidas en el fracaso.

Abatidos por el tremendo momento que estaban viviendo en la Universidad Laboral.

A Diego Zarco González lo recuerdo muchas veces. Le agradezco la seriedad de su vida, su ejemplar compañerismo. Su amor a la familia.

Que en paz descanse.