Actualizada el Sábado, 31 Agosto, 2013 19:49
   

 

Fallece el arquitecto dominico fr. Francisco Coello de Portugal y Acuña

Uno de los nombres más significativos de la arquitectura religiosa contemporánea

"No ha sido un artista para sí mismo sino un predicador del arte de Dios"

El pasado viernes 16 de agosto fallecía en Madrid, a los 87 años de edad, fr.Francisco Coello de Portugal O.P., uno de los arquitectos católicos españoles más importantes de la segunda mitad del siglo XX. Su funeral tenía lugar el pasado domingo en la iglesia conventual de Santo Domingo el Real en Madrid, la que fue su casa desde al año 1968.

«Fr. Coello no ha sido un artista para sí mismo sino un predicador del arte de Dios, lo que constituye la sustancia del "artista cristiano": hacer obras y crear espacios que nos lleven a descubrir la belleza de la fe y a responder a la llamada de Dios en Jesucristo» estas palabras pronunciadas en el funeral por fr. Javier Carballo, Prior Provincial de los dominicos de la Provincia de España, probablemente sean las que mejor describen la trayectoria de fr. Francisco Coello de Portugal.

Fr. Francisco nació en Jaén en 1926. Empezó sus estudios de arquitectura en la Escuela Superior de Arquitectura de Barcelona y los terminó en la de Madrid en 1953. En 1954 comienza a trabajar para la Oficina de Regiones Devastadas, en Córdoba; estando allí siente la vocación religiosa e ingresa en los Dominicos. Como él mismo decía, su ingreso en la Orden de Predicadores fue su "segundo nacimiento".



Cuando en 1954 entra en el noviciado de los Dominicos en Palencia, es muy consciente de que esta decisión de hacerse dominico le supone abandonar su carrera de arquitecto, recién concluida en 1953. Fue una casualidad, una circunstancia en la que los creyentes vemos el dedo de Dios, la que llevó al joven dominico, estudiante de Filosofía en las Caldas de Besaya y después de Teología en Salamanca (donde obtuvo la licenciatura) a consagrarse de lleno a su vocación primera. En 1955, un año después de su ingreso en la Orden, el Provincial Padre Aniceto Fernández, le pide que se haga cargo del proyecto de un seminario menor y convento para los Dominicos en la Virgen del Camino, en León, en el que trabajará hasta 1961. Esta obra lo consagró como arquitecto, y sigue siendo algo emblemático en el conjunto de sus múltiples realizaciones. Una obra que renovaba por completo el panorama de arquitectura religiosa del momento, y que suscitó una polémica nacional, singularmente la fachada del santuario.

Se fusionaban así «su vocación arquitectónica y la religiosa en el servicio a la predicación, con la misión de construir obras de arte que hablen de Dios y espacios dignos en los que resuene la Palabra que anuncia la presencia de Dios entre nosotros», como recordaba fr. Javier Carballo, Prior Provincial de la Provincia de España, en la homilía del funeral.

Tras esta primera obra será ordenado sacerdote en la capilla del convento de León que él mismo construyó. Inmediatamente después comienza a ejercer su profesión de arquitecto. En 1964 abre un estudio de arquitectura en el convento de Sto. Domingo el Real (Madrid).

El P. Coello a lo largo de su larga vida realizó unos 300 proyectos. Su obra realizada tanto en tierras peninsulares como insulares, Asia África y América comprende santuarios, monasterios, iglesias, centros sociales, colegios mayores, centros parroquiales, capillas, oratorios e incluso una catedral (Taipei- Taiwán); sus creaciones fueron siempre exigentes y cuidadosas, haciendo de la arquitectura una actividad trascendente que desea llevar su eficacia y belleza al corazón de los hombres.

En estos últimos años de su vida llegaron los reconocimientos. En 1994 recibió la Medalla de Honor de la Real Academia de Bellas Artes. En 2007 la Academia de Doctores le asignó la medalla nº 59, adscrita a la sección de Arquitectura y Bellas Artes, en la que entró con una lección sobre "las fachadas dominicanas de Castilla y León", y los Colegios de Arquitectos del Noroeste de España le dieron en 2008 el Premio Arqano. En 2001 se publicaba un monográfico de su obra titulado Fray Coello de Portugal, dominico y arquitecto editada y publicada por la Fundación Antonio Camuñas y la Provincia de España de los frailes dominicos, que distribuye la Editorial San Esteban de Salamanca.

El P. Coello es considerado uno de los nombres más significativos de la arquitectura religiosa contemporánea en España, porque renovó la arquitectura religiosa tan profundamente significativa en todos los tiempos y en todas las culturas. Como afirmó fr. Javier Carballo en su homilía: «Se ha despedido como lo hacen los auténticos maestros de humanidad: ilusionado hasta la víspera, porque un hombre sin ilusiones es ya un hombre muerto».





Cuelgo aquí una entrevista que le hicieron en la Fundación ANTONIO CAMUÑAS, en la que, si bien someramente, se hace un repaso de los aspectos más destacables de su vida.

FUNDACIÓN ANTONIO CAMUÑAS.
ENTREVISTA


José Luis Picardo a FRANCISCO COELLO DE PORTUGAL



Fray Francisco Coello de Portugal nace en 1926 en Jaén, pero al poco tiempo se traslada a Madrid, ciudad en la que comienza sus estudios de Arquitectura. Poco después, su otra gran vocación, el sacerdocio, hace que ingrese en la Orden de los Dominicos. A mediados de los años cincuenta se hace cargo de un gran proyecto: el Santuario de La Virgen del Camino, en León.


Su apellido, Coello de Portugal es portugués, ¿de dónde le viene? Coello de Portugal, efectivamente, es de origen portugués, y para averiguar su origen hay que remontarse al siglo XVII, a la época de doña Inés de Castro. Esta dama era una española que se casó con el descendiente al trono de Portugal: el infante don Pedro. Sin embargo, a su padre no le gustaba doña Inés y ordenó su muerte, siendo uno de los cabecillas de este complot un señor llamado Don Egas Coelho. Cuando Pedro de Portugal fue coronado mandó desenterrar a doña Inés, que se convirtió en reina después de muerta, y don Egas Doelho tuvo que huir de Portugal, yendo primero a Galicia y después a Andalucía, de donde venimos toda la familia.

Usted nació en Jaén, ¿qué recuerda de su infancia allí? Sí, nací en Jaén porque mi madre era de allí y quería dar a luz donde vivía mi abuela, en una casa solariega enorme. Mi madre murió al poco tiempo, cuando yo tenía dos años, pero me acuerdo que, aun faltando ella, íbamos a ver a mi abuela todos los años hasta la guerra, cuando empezamos a ir muy de tarde en tarde. La verdad es que todavía recuerdo el cortijo, la recolección de la aceituna, cómo las prensaban. Recuerdos infantiles muy felices.

Y cuando usted iba a la iglesia, ¿pensaba en ese edificio como la casa de Dios o daba vueltas a su cabeza ideando el modo de proyectar y edificar alguna vez un templo? Mi abuela paterna, con la que vivíamos, era muy beata, y cuando éramos pequeños nos llevaba a la Iglesia, nos ponía en el reclinatorio delante de ella, y nos hacía rezar. Más adelante, después de la guerra, viví por detrás de la Iglesia de Santa Bárbara, un templo clásico, y en ésta sí que admiraba los capiteles, que eran los que nos hacían dibujar en la escuela de Arquitectura, lo que me hizo pensar en los templos como cualquier otra obra civil.

¿Y qué vocación fue primero, la de arquitecto o la de religioso? Primero arquitecto. Yo terminé Arquitectura, y al año de terminar me fui a Córdoba a trabajar con un compañero llamado Rafael Sánchez-Lozano, ingeniero de minas. Al poco tiempo, decidió ingresar en la orden de los Dominicos y me arrastró. Entré en la Orden de los Dominicos el mismo día que se casaba mi hermana y, justo después de la boda, yo me fui al noviciado a Palencia. Él, a los seis meses del noviciado, no pudo seguir por depresiones, lo que no favorece nada una vocación, pero yo me quedé.

¿Y usted escogió la Orden de los Dominicos por él? En parte por él y en parte porque conocía al padre Aguilar y al padre Úbeda. La verdad es que yo ya había tenido un conato de vocación durante los ejercicios espirituales que realizamos en el penúltimo año de carrera, cuando leí el libro "Estampas Cartujanas". Mi vocación fue algo muy serio, pues acabé con un noviazgo muy largo de cuatro años, tiempo durante el que fui a muchas fiestas sociales, mucho guateque, mucha salida.

¿Se planteó alguna vez tener que dejar la Arquitectura? Sí, durante el noviciado en Palencia. Yo siempre he dicho que durante esa época no sé qué me costó más, si dejar a la mujer y los hijos o el lápiz. Cuando ya había pensado que me tenía que olvidar del lápiz, el maestro de novicios me dijo "no, hombre, no, siempre tendrás algo que hacer". Él, para animarme, empezó a darme tareas, como decorar la capilla, que era bastante fea, hacer algunas mejoras, etc. Me acuerdo que tuve que hacer una silla para el refrectorio, y cuando lo diseñé y se lo dieron al carpintero éste se quedó bizco, pues lo había diseñado como un edificio de varias plantas.

Durante sus años de universitario, tiempo en el que viajó ¿Qué arquitectura le llamaba más la atención? Durante mis años en la carrera realicé viajes en moto a Alemania con un compañero y fue la Arquitectura de allí la que más me impresionó. La primera vez que llegué a Alemania estaba todo destrozado, pues acababa de finalizar la guerra y allí vi un tipo de arquitectura que se estaba empezando a construir que me gustó mucho: consistía en un búnker central donde se adosaban otros bloques. De esta idea salieron colegios míos al principio y más tarde conventos de clausura. El más innovador fue uno en Zaragoza, y todos los demás son hijos de ese, adaptados al terreno; todos típicos "dominicanos": un pabellón al mediodía, la planta baja de lugar de trabajo y oficinas, y la planta alta de celdas, detrás del claustro, con las cocinas, salas de recibo, salón capitular.



¿Qué arquitectos eran los más admirados por usted? Le Corbusier, Félix Candela. En México estuve viendo los "cascarones" de Félix Candela, sus superficies alareadas o paraboloides. El hombre era encantador y, nada más llegar allí, me enseñó su obra casi al completo. Cuando vine aquí solucioné varios problemas de cubiertas de iglesias con las superficies alareadas, pues dan una gran facilidad para cubrir cualquier solar.

¿Cree que la Arquitectura paraboloide ha tenido poca calada en España? Esta Arquitectura es de muy difícil cálculo. A mí me chocaba que el hormigón, algo tan burdo y tosco, necesitara un cálculo tan exacto. Es entonces cuando me di cuenta de cómo trabajaba una bóveda, y desarrollé en mi obra un sistema original suyo. Además, Ruiz Castillo y Ricardo Urgoiti fueron los que me hacían los cálculos cuando proyectaba un edificio de ese tipo.

Háblenos de su primera obra: el Santuario de la Virgen del Camino, ¿cómo se hizo usted cargo de ella? Un día de excursión, en el noviciado, me llegó el provincial para que me hiciera cargo del Colegio Apostólico, pues habíamos adquirido el compromiso de hacerlo al lado del Santuario. Allí se estaban empezando unas obras que estaban resultando muy confundidas y el provincial pidió una solución. Yo presenté una idea y optaron por ella en vez de por la del arquitecto que estaba haciendo la obra de la Escuela Apostólica. Y lo siguiente fue encargarme del Santuario a petición de Pablo Díez.

Tras este santuario vinieron más iglesias, conventos, colegios mayores, sanatorios, centros parroquiales. ¿Qué recuerda de todas aquellas obras? Pues ya ves, de estar a punto de dejar la Arquitectura a no tener un solo momento para soltar el lápiz; incluso religiosos y religiosas pedían permiso a mi provincial para que me dejara hacer más obras. Cuando era joven podía ocuparme de todas las cosas, dormía cuatro horas y me bastaba, y viajaba todo el día; incluso volví a viajar en moto, como cuando era estudiante. Pero luego la capacidad se pierde, y creo que ha ido en perjuicio de mi orden sacerdotal. Una obra necesita soluciones y las tienes que dar al momento, ya que si no pudiera, tendría que decir no al proyecto, y eso me costaría mucho. En cambio, la orden sacerdotal es más eventual, puedes decir ahora no puedo pero la semana que viene sí. Hoy en día, por desgracia, creo que soy más arquitecto-dominico que dominico-arquitecto.

¿A los andamios se subía con hábito? Sí, claro. Además, a mí me ha costado mucho quitarme el hábito. En aquellos años lo agarraba, lo doblaba, lo metía en el mono y a la moto, y cuando llegaba a las obras me subía a los andamios con el hábito.

¿Y nunca se ha cansado de edificar para la Iglesia? La verdad es que no. Yo he hecho de todo: desde parroquias, a conventos de clausura, residencias para mayores, comunidades religiosas, muchos colegios, edificios de clausura en misiones. Construcciones muy variadas que nunca me han cansado.

Y ahora que habla de las misiones, ¿cómo se produjo el salto al extranjero? Todo surgió cuando me fui a hacer una catedral a Puerto Maldonado, nuestra misión en el Amazonas. Cuando llegué se la habían encargado a otro arquitecto, y al encontrarme allí sin la obra, decidí recorrer la mayor parte de nuestros vicariatos y conventos en Hispanoamérica. En ellos hice obras que se necesitaban, como ampliaciones y mejoras, aunque algunas veces el resultado no tenía nada que ver con lo que yo había proyectado. En cuanto al "otro" extranjero, el que no es Hispanoamérica, la ocasión de proyectar edificios allí me vino por unas dominicas de clausura que me pidieron una primera prueba para rehabilitar conventos de clausura en España. Cuando vieron que en éstos no había suficiente labor, decidieron salir de España. Fundaron primero en Puerto Rico, luego en Curaçao, después en Santorini (Grecia), que era un edificio del siglo XVI que lo adaptamos para una comunidad nueva, después Corea, después Taiwán, etc.

¿Qué le sugiere a usted "Ora et labora"? ¿Se puede decir que usted ha conseguido aunar ambas facultades? Durante unos años sí que las pude aunar, pues yo predicaba mucho. Además, me solían llamar de los colegios o convento de clausura que yo había proyectado para hacer ejercicios espirituales. Sin embargo, ahora es más difícil, y estoy tan metido en el mundo de la Arquitectura que no puedo dejarlo.

¿Qué proyectos tiene para el futuro? Estamos haciendo tres residencias, una en Londres, otra en Toledo y otra en Córdoba. También estamos con pistas polideportivas, pues se las exigen a todos los colegios. Y también la catedral de Taiwan, que a la hora de proyectarla me pidieron que no se pareciera ni a una pagoda, ya que a todos los europeos que van allí y se les pide una iglesia proyectan una pagoda, ni a una iglesia occidental. Así que me las tuve que apañar y empecé haciendo unas cubiertas alareadas de Candela, que de alguna manera, recuerdan a la arquitectura China con las puntas levantadas. Sin embargo, mi proyecto no entraba en el terreno, así que tuve que buscar otra solución que jugara con la arquitectura china. Todavía estoy esperando a que me lo aprueben, aunque yo tengo bastante confianza en que nos darán el visto bueno.

¿Cree que va a dejar escuela? No, no, sobre todo porque mi sobrino, un gran arquitecto a quien podría dejar escuela, proyecta totalmente distinto a mí, y te contaré un caso para que lo veas. Hace unos años tuve que proyectar el Convento de Clausura de Jesús y María, en Toledo. En esta preciosa ciudad se ha estado haciendo, durante mil años, un tipo de arquitectura llamada "arquitectura toledana", con aparejo de ladrillo, piedra y madera. Empecé haciendo el monasterio ateniéndome a esto, y mi sobrino me decía que era una pena enorme que no aprovechara para hacer un convento de clausura moderno. Sin embargo, por aquel entonces hice un viaje con mis compañeros de promoción por Europa, y en Salzburgo nos encontramos con que los edificios nuevos respondían a la Arquitectura de Salzburgo de siempre, así que, cuando llegué a Toledo, a pesar de todas las sugerencias, proyecté el convento en estilo "toledano".



Háblenos del libro que han escrito sobre usted. Sinceramente, es apetecible, aunque esto debe de suponer un trabajo enorme. El provincial actual fue el que en seguida dijo sí al proyecto. Él habló con la Fundación Antonio Camuñas, que cada dos años edita un libro sobre la obra de un arquitecto, como Fernando Chueca, Félix Candela o Rafael la Hoz, etc., me mandaron a un arquitecto y dos chiquitas y entre todos escribieron el libro. Ellos son los que se han ocupado de desempolvar mi historia.

Y la enseñanza parece ser que nunca le ha llamado. Pues no, nunca, ni me he creído con capacidad de enseñar, pero yo recomendaría a los estudiantes de Arquitectura que sean sinceros y que diseñen los proyectos que les salen de dentro, como los grandes maestros de la Arquitectura. A mí, por ejemplo, me parece impresionante la obra de Calatrava, es un mezcla de Arquitectura, Ingeniería y Escultura. Sinceramente, el conjunto escultórico de su Arquitectura me parece asombroso.




Publicado en CUADERNOS DE ARQUITECTURA. Mayo 2009
Publicado en Gaudí y Más. 2011

LA ELEGANTE MESURA

Conocí al arquitecto y su obra hace unos años al entrevistarlo para la biografía del escultor Josep Mª Subirachs y a partir del encuentro he seguido con interés sus realizaciones con vistas a un futuro trabajo, por lo que considero un privilegio presentar en esta breve crónica mi visión de qué humano razonamiento inspira el desarrollo de sus obras.

                  Ya en el Santuario leonés de la Virgen del Camino, en 1955, demostró cómo pensaba aunar la arquitectura con su vocación de sacerdote rodeándose de excelentes artistas, entre ellos el P. Domingo Iturgáiz, el pintor Albert Ráfols Casamada y en especial el escultor Josep Mª Subirachs, entendiendo que su audacia significaba una baza importante para sus propios proyectos de modernidad, al filo del Concilio Vaticano II. Reconoce Coello que la fortuna le sonrió: Era para darse con un canto en los dientes...-recordaba entonces-, yo era un mequetrefe que acababa de entrar en el noviciado, recién salido de la Escuela de Arquitectura.


También desde el principio (obras en Torrelavega, Zaragoza, México...), aplicó sus conocimientos de arquitectura contemporánea adquiridos al recorrer Europa -en especial Alemania-, sobre una DKW 500 comprada en una subasta de la policía española, allá por 1949. De aquellos viajes parte su idea de resolver los conjuntos docentes y monásticos haciendo confluir varios cuerpos en torno a un pulmón central de ocio y vegetación. Hallazgo que ha seguido a modo de canon siempre que le ha sido posible.

                   Además de potenciar la iluminación natural por medio de ingeniosas transparencias sorprende su temprano interés por integrar la obra en el entorno, ensayando en naturalismo de líneas puras una ecología paisajística avant la lettre.Podemos comprobarlo en la potente geometría de la parroquia de Nuestra Señora del Valle, levantada en un pequeño terreno de Becerril de la Sierra, Madrid, conocido por La Huerta del Cura. Allí los matices dados al hormigón y en especial el soberbio alabeado de su cubierta, transformaron la iglesia en dos picos más de la Sierra del Guadarrama.


Parroquia de Ntra. Sra. del Valle. Becerril de la Sierra, Madrid.
1965-1967
                   
                   En las montañas granadinas de La Armilla -igual que resolvió en Alcobendas-, Fray Coello adoptó en el Colegio de San Martín de Porres un nuevo concepto monástico, dejando atrás la recoleta penumbra de los antiguos claustros hurtados al sol. Se construye como se es, aseguró Fernando Chueca Goitia al prologar mi biografía de Antonio Gaudí. Y está claro que el Padre Coello ama la luz, el aire, la naturaleza, y traspasa su verdad al concepto de cómo debe desarrollarse la vida, dejando casi siempre para el norte de sus edificios las funciones de hábitat intramuros mientras encara hacia el mediodía la dinámica diurna. Al revestirlo de gres porcelánico blanco logró hermanar el colegio de La Armilla con la centelleante Sierra Nevada.

                   Por último, valdrá añadir para la miscelánea de esas noches de insomnio tan conocidas por su profesión, varias referencias imprescindibles.

                                                 
Santuario de la Virgen del Camino. León. 1955-1961

                   Una, la sufrida  en el Santuario de la Virgen del Camino mientras veía elevarse los 52 metros del campanil, experiencia hoy sintetizada en un: Dios mío,¡Qué miedo pasé! Un día lo veía recto apuntando al cielo y al siguiente creía verlo torcerse. Me tenía obsesionado, pero salió pèrfecto. A esa vivencia deben sumarse otras dos, en sendos colegios con el mismo nombre: La Pureza de María. Visitar el situado en Sant Cugat del Vallés, Barcelona, equivale a un tratado de cómo vadear la normativa cuando la necesidad exige aguzar la astucia. En cuanto a Los Realejos de Tenerife, con dos montes volcánicos en la zona, mientras el técnico dominico iniciaba en el de Los Fariles la construcción del colegio, podía observar cómo en el Hotel Las Águilas del vecino monte de Las Horcas se desalojaba a los clientes por haber cedido la cimentación, problema irresoluble que desembocó en su posterior derribo.


Iz. Josep Mª Subirachs. Der. F.Coello de Portugal. 1955
                                   
                   Ante las evidentes dificultades se aconsejó al arquitecto abandonar la obra. Pero como definió el profesor Juan M. Otxotorena en 2005, al presentarlo en la Universidad de Navarra, las características más sobresalientes del arquitecto jienense son: Agudeza en el análisis de la empresa. Ambición de perfección. Silenciosa brillantez. Intencionalidad y esmero. En Los Realejos, Fray Coello logró una de sus obras más personales y acceder a la memoria de su ejecución es una lección de sabiduría constructiva, que llama la atención por la variedad y creatividad de sus soluciones. Maestría sólida, silenciosa brillantez, que ahí sigue.


Ana Mª Ferrin     

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