Bartolomé Vicens i Fiol
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Semblanza escrita por Manuel Estévez Recio:

Otro más que se nos va …

Entre la pléyade de profesores y educadores dominicos que pasaron en los primeros años por la Universidad Laboral, tenemos que mencionar por “aludido” (lo hemos mencionado varias veces), al padre Bartolomé Vicens Fiol, dominico que pasó fugazmente por Córdoba (1956-62)

El padre Bartolomé Vicens Fiol, por edad y por estilo, era de los dominicos más elegantes en el “saber y estar”, de los frailes que tuvimos por aquellos años en nuestra  Universidad Laboral. Aunque nos impartió la asignatura de matemáticas, él estaba perfectamente preparado para otra “asignatura”  cual era la diplomacia. Estaba dotado de una aureola especial que le hacía “salirse” de la normalidad. Su aspecto sumamente pulcro, el color de su hábito, sus modales y su sonrisa “cómplice” en todo, le encajaban en otra forma de espiritualidad…

Ruperto Álvarez Prieto (Actualmente en Palma de Mallorca), era un bejarano de aquellos tiempos en aquella inolvidable aula XXVIII, del Colegio Gran Capitán. En esos primeros años era de los alumnos más destacados en dicha asignatura. Los bejaranos, eran una “Etnia” muy simpática al igual que los palentinos. Unos se sentían orgullosos de sus ciclistas y los otros de sus atletas. Todos eran excelentes compañeros, y mejores jugadores de “chinchón”.

En aquella simpática Aula, había en potencia, grandes matemáticos que se “enfrentaban”

Esquela diario 'El Mundo'

claramente al extrovertido padre “Bartolo”. En primer lugar he de citar a los más “callados”, entre ellos estaba el amigo Murall Vila, madrileño (compañero de pupitre de Piñón Barberá,) el cual debajo de sus espléndidas gafas, guardaba una capacidad especial para resolver cualquier tipo de problemas. Luego estaban los empollones de siempre, que incluso se sentaban juntos en el pupitre que casi se rozaba con el entarimado del profesor. Se trataba de Jaime Pons Catalá y Eulalio Vázquez Yague, uno de Barcelona y otro de Madrid, y que al igual que ahora dominan la liga de fútbol, en aquella época dominaban buena parte del saber de aquel grupo de compañeros. A pesar de aquella hegemonía, también había otros simpáticos compañeros, como José Vázquez Martín, (El del Campo de la Verdad), que con su voz un tanto “atascada”, supo mantener unas simpáticas dialécticas matemáticas con el citado fraile. Pero la expresividad del padre Bartolomé, se volcaba en el simpático bejarano Ruperto Álvarez Prieto, el cual sentado siempre junto a su paisano Macias, era el que contestaba al nombre de “Ruperr”, y la verdad que lo hacía muy bien, era un alumno con buenos conceptos matemáticos. Mientras, el compañero José M. Iserte, (Jefe de Aula), con sus eternas gafas “manoletinas” veía como todas estas cosas pasaban sin apenas enterarse. No es que durmiera, es que era muy prudente…   
   
Ya hemos dicho que este padre (Bartolo), era de los frailes de aquella época que tenían mayor edad. (35 años) Pero no cabe duda que desprendía sabor a “buena cuna”, por lo que, por nada del mundo había que considerarlo como cura “de pan y olla”.  Parece ser que estaba emparentado con los dueños de la cadena propietaria del Hotel Córdoba Palace, recién inaugurado en Córdoba.

El padre Bartolomé después de su estancia en la Universidad, se marchó a Madrid, y se dedicó a labores de alto copete, Asesor de la Casa Real, Apostolado, Fundaciones, Necesitados y Disminuidos, etc. Aún así, tenía tiempo para coincidir con los compañeros del “Cuadernillo”, (Primera promoción Peritos, Luis de Góngora), en sus encuentros y aniversarios por toda España.

En la Semana Santa del año 1972, y estando yo en Madrid con mi esposa, fuimos a visitar la Iglesia de San Francisco el Grande, allí y después de una ceremonia religiosa me encontré con el padre Bartolomé. Nos saludamos y entonces fue cuando dijo que se acordaba de mi, por “los pelos”, que era como me llamaba en clase.

Como le dijera que estábamos de viaje de novios, se ofreció a acompañarnos hacía el centro de Madrid, por lo que fuimos juntos un buen rato por toda la calle Valencia. Al llegar cerca de la Puerta del Sol, el dijo que iba para Atocha, y que quedaríamos para el próximo día (lunes Santo), en la Plaza de Callao. Nos quería invitar a comer, para recordar viejos tiempos…

Llegó el lunes y a la hora acordada (1,30), se presentó en dicha plaza, y seguidamente nos dirigimos a la C/ Leganitos a “Casa Marcelino”, un pequeño restaurante, pero con cierto nivel. Pasamos adentro y nos sentamos en una mesa que quedaba cerca del mostrador  y que al parecer él había reservado previamente. Hablaba con bastante confianza con el que aparentaba ser el dueño.

El día 3 de enero de 2006.
Le fue entregada la Medalla de Oro “León Tolstoi

Durante la comida nos reímos bastante cuando nos comentó “la tomatada”, que le habían tirado a Jaime Morey, que fue nuestro representante en Eurovisión. Llegado un momento, entró un grupo de tres señores al restaurante, y uno de ellos se acercó a saludarle diciéndole “pater”, y abrazándole efusivamente. Cuando este Sr. se retiró, nos dijo: Es el Cónsul de Argentina. Terminó la comida y pudimos ver que el “argentino”, nos había invitado.

Aquella comida me sirvió para comprobar que el padre Bartolomé, era un hombre “importante”, era un gran diplomático. Por ello su actividad en Madrid hasta poco antes de su muerte, fue una actividad de influencias y  dedicación, entregándose a los demás.

El día 3 de enero de 2006, le fue entregada la Medalla de Oro “León Tolstoi”, que premiaba toda una vida dedicada a ayudar a los niños enfermos, minusválidos y necesitados. Dicha medalla le fue entregada en presencia del embajador de Rusia, por el Presidente de la Fundación de la Infancia de Rusia y de la Asociación Internacional de las Fundaciones para los niños.

Entre las personalidades que ostenta este galardón se encuentra el médico estadounidense Albert Sabín, descubridor de la vacuna contra la poliomielitis y la Madre Teresa de Calcuta.

Con la marcha del padre Bartolomé, ya se nos ha marchado otro de aquellos frailes que llenaron nuestras vidas, de cultura y de esperanza. Y que cada uno formó parte de esa especie de mosaico que quedó esculpido en nuestra mente para la historia, con sus calidades y valores humanos.

Desde el recuerdo al padre Bartolomé, quisiéramos saber que es de la vida de otro dominico que hubo en el Colegio Gran Capitán de los primeros años, llamado padre Polvorosa. Este fraile era de carácter muy serio, y todavía recordamos lo  alterado que estaba cuando nos comunicó a todos, que al compañero Ezequiel Tena Ferrer, le había desaparecido un libro muy querido para él.

El padre Polvorosa, fue un fraile muy fugaz en la Universidad Laboral, pero todavía le recordamos por aquellas horas de estudio en las aulas (1957), con aquella música de fondo de Tchaikovski, que nos susurraban por el altavoz. En medio de aquel placido ambiente musical, el citado dominico, se deslizaba por aquellos pasillos, leyendo solemnemente su breviario.

¡¡No esperemos a que se nos mueran para saber de ellos!!

 

                                                                                           M. Estévez