Lázaro Jiménez Rodríguez
 
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+ 16 de Diciembre de 2008
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Escrito por Manuel Estévez Recio:

Ha muerto el profesor de Taller, (Forja), D. Lázaro Jiménez Rodríguez, a los 79 años de edad.

Este profesor debió entrar en la Universidad Laboral allá por el año 1964, y permaneció en ella hasta última hora.

El Sr. Jiménez aunque nacido en Castro del Río (Córdoba), pasó toda su vida prácticamente en Córdoba, donde empezó a trabajar muy joven en un pequeño taller de su propiedad que tenía cerca del  Cine Isabel la Católica de Córdoba.

Por ese taller pasaron la mayoría de las camas con cabeceros de tubo, que había que cortar o adaptar al “ancho” de los nuevos y pequeños dormitorios, de todos aquellos pisos, a los que se mudó media Córdoba, al final de los años cincuenta y principios de los sesenta. (Barrio Cañero, Campo de la Verdad, Sector Sur, Barrio la Guita,  etc. etc.)

Yo no coincidí con él en la Universidad pero me enteré de su ingreso por un hermano suyo que estuvo conmigo en la Westinghouse, y que por cierto era también un soldador excepcional.

Lázaro Jiménez además de forjador, era un consumado soldador y hombre lleno de  inquietudes artísticas. A todos los compañeros de taller que se jubilaban antes que él, les entregaba una atenta placa de recuerdo labrada a fuego. Era amigo de sus amigos. 

 Una de sus pasiones era el mundo de la Acordeón y la composición musical. Ya en su juventud se anunciaba en muchos festivales benéficos como –LAZARO Y SU ACORDEÓN–.  Y la verdad es que lo hacía de maravilla. La mayoría de las piezas musicales eran compuestas y escritas por él.

Siempre que Córdoba lo buscó para algo relacionado con la cultura popular, lo encontró, siendo el hombre más feliz del mundo cuando hace unos años por medio de la Peña de los Emires, se le encargó EL PREGON DE LAS PEÑAS CORDOBESAS, disertación que realizó de forma brillante, mostrando en todo  momento de su pregón, la exquisitez de su conocimiento y el amor que sentía hacia las benditas tradiciones de Córdoba. Al final del acto, y después de ser largamente aplaudido, hubo un aplauso que le llegó a lo más profundo de su corazón. El aplauso de su hijo.

Su hijo padecía la enfermedad del Síndrome de Down, y desde que tuvo conocimiento de esta desgracia, vivió toda su vida por y para  él. Lo convirtió en su amigo y compañero permanente, demostrando en todo momento su grandeza de Padre. A todos los sitios festivos y de diversión que él pudiera asistir, siempre iba con él. Unos meses antes de morir, coincidimos con él en la Sociedad de Plateros, y nos convidamos, lógicamente iba con su hijo. Y por hablar de algo le pregunté –Llevas mucha lotería este año, y él me contestó-, la única lotería que me gustaría que me tocara es la de la Salud, PUES MI HIJO ME NECESITA.

Cuando hoy me he enterado de su muerte se me ha puesto el vello de punta pensando en la contestación que me dio.

Manuel Estévez