ENCUENTRO DE LABORALES 2011

Queridos compañeros,

Hace ocho años me dirigía desde este mismo lugar a los recién licenciados en Derecho por la Universidad de Córdoba en el acto de graduación. Participaba en dicho acto el hijo de un amigo que se había quedado ciego cuando cursaba el tercer año de carrera. Intervine para resaltar y poner como ejemplo el esfuerzo de aquel chico para superar psicológicamente la pérdida de visión y su férrea voluntad para terminar la carrera. En mi intervención rememoraba cómo 40 años atrás, siendo alumno de la ULC, pedía con ilusión en la misa dominical que se celebraba en este mismo lugar, poder acceder a estudios universitarios superiores lo que a final de la década de los 50 estaba reservado a una minoría con posibilidades económicas. En aquel acto me congratulaba por ver realizado mi sueño de que la antigua ULC fuera un campus de la UCO.

Hoy de nuevo me encuentro en este mismo lugar rodeado de antiguos compañeros de la ULC en esta iglesia desamortizada en la que oíamos la misa dominical. Para mi supone una gran satisfacción poder participar en este Encuentro de Laborales ya que me da la oportunidad de rememorar unos años que resultaron decisivos en mi vida. Gracias Alfonso Cobo y Juan Antonio Olmo por vuestra generosa acogida para intervenir en este encuentro. Mi intervención girará en torno a la gran influencia que mi paso por la ULC ha tenido en mi posterior experiencia académica y profesional en la Universidad Complutense de Madrid donde he desarrollado mi labor docente durante más de 30 años. Voy a ser breve que es un requisito esencial en actos como éste.

Hace casi 50 años que dejé la ULC que era un modelo educativo ejemplar en una época difícil para España. Ingresé en el Colegio San Alberto Magno en el curso 1958-59 para hacer el llamado Curso de Transformación del bachillerato general al laboral y la reválida de 5º y después en el Colegio Luis de Góngora cursé 6º y 7º y reválida. Hice un curso de Mejora de Métodos de Trabajo que organizaba la entonces denominada Comisión Nacional de Productividad Industrial. Al terminar dicho curso en el año 1963, el entonces vicerrector, Padre Alberto Riera, me sugirió trabajar unos meses en  la jefatura de estudios. Esta circunstancia me permitió vivir la Laboral también desde otro ángulo al convivir con los empleados  en la residencia existente en el pabellón del rectorado. Recuerdo con afecto a Gregorio Soriano ya fallecido, portero mayor del rectorado, y al cartero de la ULC, un abulense simpático que nos contaba con entusiasmo sus conquistas entre las chicas cordobesas.

La magnífica labor de la asociación en la recopilación de datos de antiguos alumnos, profesores y empleados me ha servido de túnel del tiempo que me traslada al final de los años cincuenta y principio de los sesenta trayendo a mi memoria entrañables recuerdos de educadores y profesores que fueron cincelando mi educación. En el apartado de educadores, profesores y empleados fallecidos he visto con nostalgia los nombres del Padre Alberto Riera, vicerrector y jefe de estudios, del Padre Carlos Alonso, director del Colegio Luis de Góngora, de los profesores Calzada, Castañeda, Schmidt, Peñuelas y muchos otros más cuya enumeración  harían muy larga esta intervención. Recientemente falleció un educador que tuvo una gran influencia en todos nosotros, el padre Bartolomé Vicens Fiols, que fue confesor del rey Juan Carlos y con el que tuve ocasión de charlar en Madrid en varias ocasiones. También tengo un grato recuerdo del Dr. Segundo Alonso médico de la Universidad que me trató una artritis de tobillo que me obligó a abandonar el centro durante un curso. También aparecen en la lista in memoriam, compañeros como Frechilla Nozal, el gran atleta Ares, Gándara Gorrochategui, etc.

Tampoco puedo dejar de mencionar al padre Jorge Illá de Dios, gallego espigado que nos inculcaba deportividad castigándonos sin salir a Córdoba cuando insultábamos a los jugadores del equipo de baloncesto contrario reconduciéndonos a animar a los nuestros pero respetando siempre a los del otro equipo; al padre Méndez que de seglar había sido director de Radio Valladolid de la SER y que nos enseñaba a realizar sesiones de teatro leído y programas de radio los sábados por la noche. Recuerdo a Don Joaquín Reyes, director del Conservatorio de Córdoba y profesor de la ULC, y sus explicaciones sobre el Cascanueces de Tchaikosky y otras composiciones musicales cuando se estrenó Fantasía de Walt Dysney. Y a otro profesor que hoy nos acompaña, Don Enrique Pozón Lobato que recordará las jornadas de extensión cultural con  el Padre Bartolomé en mi pueblo natal, Fuente Obejuna, y el entusiasmo que dicha actividad despertaba en los asistentes a las charlas. Recuerdo también las magníficas sesiones de cine-club con folletos explicativos de las películas que veíamos los sábados por la tarde. Antes mencioné a los educadores porque tan importantes fueron los profesores para enseñarnos las materias de su especialidad como los educadores para inculcarnos la responsabilidad del estudio, el orden en el internado y el respeto en la convivencia. Todos sabíamos que superar determinado número de suspensos suponía quedarse sin beca y la expulsión del colegio porque el dinero público, esto es, el dinero del contribuyente no está para que lo dilapiden los que no se esfuerzan. Qué ejemplo para los tiempos actuales tan salpicados de malversaciones, prevaricaciones y cohechos pero también de bajo rendimiento académico en institutos y universidades a costa del contribuyente. Con todo ello se trataba de ofrecer una educación integral a generaciones de jóvenes que procedían en su mayoría de la clase trabajadora y que iban a constituir el mejor capital de una sociedad: su capital humano.

Por ello en esos años se forjaron en mi dos ideas que resultaron esenciales en mi vida posterior: primero, la atracción hacia materias que no eran prioritarias en la ULC: la economía y el derecho; y, en segundo lugar,  la importancia del capital humano en el desarrollo económico y social. En cuanto a la primera, en las ULs se orientaba la formación a estudios de formación profesional o a carreras técnicas lo que a los alumnos que nos inclinábamos hacia otros estudios nos suponía una cierta decepción ya que los estudios universitarios a los que podíamos aspirar eran el entonces denominado peritaje industrial, hoy ingeniería técnica, o las ingenierías superiores. Mi afición por los estudios de economía y derecho vino del hecho de que en el bachillerato laboral existían asignaturas que no estaban presentes en el más tradicional bachillerato general como eran la contabilidad, el derecho laboral, la geografía económica o la cultura industrial. Aunque hoy pueda resultar políticamente poco correcto decirlo, en mi caso fue decisiva una asignatura muy denostada y desaparecida hoy como era la Formación del Espíritu Nacional. Y voy a explicar por qué. En 1959 se editaron por la editorial Doncel dos libros de texto con los títulos Política Económica y Política Social. Las portadas venían ilustradas con reproducciones de dos cuadros del Museo del Prado “El cambista y su mujer” de Marinus y “El albañil herido” de Goya, respectivamente. Del primero eran autores los profesores Fuentes Quintana y Velarde Fuertes y del segundo el profesor Borrajo Dacruz.  Los textos citados suponían una clara ruptura con lo que hasta entonces era el contenido muy politizado de la asignatura ya que sus autores eran prestigiosos catedráticos de la Universidad de Madrid. En el tomo dedicado a Política Económica, sus autores, los profesores Fuentes Quintana y Velarde Fuertes, escribían, a modo de prólogo, una carta a los alumnos de 6º curso de bachillerato en las que, entre otras cosas, decían:

“En este curso vamos a tratar de Economía. Sabemos que esto no te dice nada. Si te hubiésemos dicho de Física o de Historia hubieses tenido, inmediatamente, un término de referencia de la materia de la que hemos de ocuparnos. Sabrás poca o mucha Física. Mucha o poca Historia. Pero aún en el peor de los casos ---que sepas poquísimo--- sabes lo que ignoras, tienes, digamos, una idea aproximada del sentido del tema que no sabes. Con la Economía no ocurre igual. ¿Qué es la Economía? ¿A qué se refiere? ¿Qué problemas aborda y como intenta resolverlos? Sería curioso realizar una encuesta con lo que respondieseis tú y tus compañeros a estas preguntas. En todo caso difícilmente podría ayudarte a contestar otra cosa que tu imaginación……La Economía no se estudia en el bachillerato. ¿Es que no es importante? O bien, ¿las cuestiones que se conocen estudiando Economía no forman parte, mejor dicho, no deben formar parte de la cultura del hombre medio? Nada más lejos de la verdad. El tema de la Economía es un tema vital en nuestro tiempo, las cuestiones económicas ocupan la mayor parte de las horas de un individuo cualquiera en la sociedad actual. Y a veces, las más, no solo le ocupan sino que le preocupan profundamente. Con esto queremos significar que la Economía se enfrenta con temas humanos de la mayor importancia y también que estos temas no podrán resolverse sin el progreso de esa Ciencia que ignoras y que se llama Economía. Por esta razón, hacia el estudio de los temas económicos que hemos de intentarte plantear en este curso, ha de llevarte no solo la obligación de estudiar una asignatura y adquirir un saber, digamos un afán especulativo y desinteresado…sino fundamentalmente un cierto “fervor social” por tratar uno de los problemas básicos actuales: el problema de la pobreza, el angustioso tema para tantos seres humanos de la escasez de medios con los que satisfacer las más elementales necesidades.”

En la citada carta los autores citaban un párrafo de un gran maestro de la Ciencia Económica, el inglés Alfred Marshall en el que, descarnadamente, se muestran las consecuencias de la pobreza, esa lacra aún presente en las sociedades actuales. Escribía Marshall:

“Aquéllos a quienes a veces se llama la hez o escoria de nuestras grandes ciudades tienen muy pocas oportunidades para gozar de la amistad; nada saben de la decencia ni de la tranquilidad y muy poco de la noción de unión familiar; y frecuentemente la religión no llega hasta ellos. Sin duda alguna, la falta de salud mental, moral y física es debido, en parte, a causas distintas de la pobreza. Pero ésta es la principal de todas.”

Seguían los autores del libro explicando los medios para eliminar o reducir la pobreza:

“La eliminación de la pobreza puede utilizar dos medios diferentes. El primero consiste en intentar aumentar la riqueza. Esto es, el total de bienes que un país posee. El segundo intentar distribuir más justamente la riqueza existente…Podríamos decir utilizando otro lenguaje, que las formas de mejorar la situación son dos: aumentar el pastel total de la producción o distribuir más justamente cada uno de los fragmentos de ese pastel entre los individuos que viven en un país.”

Después de explicar en forma sucinta y muy pedagógica la manera tanto de aumentar el pastel como de distribuirlo en forma más justa, al final de su carta los autores señalaban:

“Así llegamos al fin de nuestra carta. No vale ser largos. Hemos intentado exponerte por qué debes estudiar Economía. En apretada síntesis te hemos dado nuestras razones definitivas. Pero hay más razones. ¿Querrás si las primeras te han convencido –y tu generoso corazón nos hace sospecharlo así--- seguir adelante?

Y yo quise seguir adelante pues la invitación de los profesores Fuentes Quintana y Velarde Fuertes se quedó grabada en mi mente. Nos impartió dicha asignatura el profesor Alfonso Barrada que era considerado un heterodoxo comparado con los otros dos profesores de la asignatura más escorados hacia la ortodoxia del régimen. Pues bien, tanto los textos citados como el profesor Barrada fueron determinantes en mi inclinación por los estudios de Ciencias Económicas y Derecho. Y, paradojas de la vida, los autores de dichos textos a los que veía tan lejanos e inabordables en la ULC fueron al pasar los años, primero, mis profesores en la Facultad de Económicas de la Complutense y más tarde compañeros de claustro siendo el profesor Fuentes Quintana mi maestro en la especialidad de mi carrera docente.

Decía que otro interés que se forjó en la ULC fue mi curiosidad intelectual por estudiar la importancia del capital humano en el desarrollo económico y social porque indudablemente las ULs fueron un importante instrumento de promoción social en una época de penuria económica en la que el acceso a los estudios universitarios resultaba muy difícil para la clase trabajadora. Por otra parte en esos años se produjo un ajuste económico importante como fue el Plan de Estabilización de 1959 y el inicio de los Planes de Desarrollo en 1964 lo que exigía la formación de capital humano que dotase a la sociedad española de suficiente capacidad productiva para competir en una economía que, superando los años de autarquía, estaba abriéndose al exterior. En esos años empezamos a exportar trabajadores que emigraban a los países europeos y a importar turistas lo que favorecía una balanza de pagos necesitada de divisas para financiar las importaciones de bienes de capital que modernizasen los obsoletos equipos de la industria nacional. El capital humano formado en las dos áreas en que se dividían los estudios de las ULs, Formación Profesional y Técnica, resultaba esencial en el desarrollo económico que se iniciaba en esos años y lo sigue siendo en la actualidad en que los niveles de productividad en España están muy por debajo de nuestros competidores. Es muy elocuente el dato que publica hoy la prensa de que “los españoles son los europeos que menos optan por la FP. La media de la UE se sitúa en el 47% frente al 24% de nuestro país”. Las ULs prestigiaron la formación profesional y contribuyeron no solo a promocionar socialmente a generaciones de jóvenes sino también a mejorar la productividad y competitividad de la economía española. Por eso la decisión de cerrarlas constituyó un grave error tanto desde el punto de vista social como económico.   

Cuando decidí acometer la preparación de mi tesis doctoral me incliné por el tema “Inversiones en capital humano en la empresa española”. Primero traté de verificar el estado de la cuestión en la literatura económica internacional. Me encontré con autores como Peter Drucker y, especialmente, Gary S. Becker que habían escrito sobre la importancia del capital humano en las sociedades desarrolladas. Traté de seguir el consejo del Profesor Fuentes Quintana que nos prevenía a los alumnos de doctorado de que “no cayésemos en el error de creer que copiar de un libro es plagiar mientras que copiar de varios libros era investigar ya que toda tesis debe incorporar un valor añadido por el doctorando”. Por ello en mi tesis doctoral, por una parte, recogí las conclusiones más importantes de los autores que habían estudiado el tema, especialmente Gary Becker que veinte más tarde ganó el Premio Nobel de Economía precisamente por sus trabajos en capital humano. Pero, además, incorporé mi valor añadido consistente en un trabajo empírico realizado con el patrocinio de la Asociación Española de Directores de Personal en el que recogía las experiencias y opiniones de las principales empresas españolas sobre el capital humano recibido de los centros de formación profesional y de las universidades y del gran esfuerzo económico que se veían obligadas a realizar para completar la deficiente formación práctica de los titulados egresados de dichos centros.

Mi interés por el tema del capital humano influyó en mi decisión en el ámbito profesional. Cuando llegué a Madrid, el curso de Mejoras de Métodos de Trabajo y las asignaturas de contabilidad, de tecnología y de cultura industrial cursadas en la ULs me facilitaron acceder a mi primer puesto de trabajo para pagar mis estudios universitarios. Mi primera empresa fue Perkins, fábrica de motores diesel en la que los históricos sindicalistas, Marcelino Camacho y Julián Ariza  estaban gestando la creación de las entonces clandestinas Comisiones Obreras. Con ellos participé en el Jurado de Empresa en una posición de centro tratando de equilibrar las posiciones radicalizadas de Comisiones en la izquierda y de los representantes del sindicato vertical en la derecha aunque permanecí solo unos meses ante mi incapacidad de contribuir a lograr un mínimo entendimiento. Mi trabajo en la empresa consistió en el establecimiento de un sistema de costes con la formación en la toma de tiempos de fabricación y montaje en el que se basaran en forma objetiva las primas de producción. Lógicamente el cronometraje de las citadas tareas no era bien recibido por los trabajadores que nos veían a los técnicos de organización con bata blanca y cronómetro en ristre como lacayos del capitalismo explotador de la clase obrera. Recuerdo mis conversaciones con Marcelino Camacho, que era jefe del taller,  entendiendo sus críticas a la falta de libertad sindical pero señalándole el grave riesgo de deslocalización empresarial como años más tarde se produjo. Eran unos años muy convulsos socialmente en los que muchas mañanas éramos desalojados por la Guardia Civil de la fábrica de Perkins y por la tarde por los grises de la facultad de Políticas y Económicas de la Ciudad Universitaria especialmente cuando Raimon cantaba en catalán sus canciones consideradas subversivas.  Para completar el panorama algunas noches acudía al Club de Amigos de la UNESCO dirigido por el periodista Rafael Taibo en el que participaba muy activamente el profesor José Luis López Aranguren que precisamente no era muy apreciado por las autoridades gubernativas del momento.

Tras cuatro años en Perkins entré en Unilever, multinacional angloholandesa, donde los titulados debíamos superar un master de ADE en la Universidad Erasmus de Rótterdam para poder acceder a puestos directivos ya que consideraban excesivamente teórica la formación adquirida en la universidad española. Ello me confirmaba en la idea de que la dedicación a la formación del capital humano debería ser el norte de mi dedicación profesional. Unilever me facilitó una buena formación tanto en el master mencionado como en los cursos que dirigía un profesor de la Harvard Business School en el centro que la compañía tenía en Four Acres en la afueras de Londres.  Fuí nombrado director de administración y miembro del consejo de administración de Unilever España pero la idea de dedicarme a la docencia me empujó a dejar la compañía .Tras una breve estancia como director técnico del departamento fiscal de Deloitte, firma internacional de  consultoría y auditoría oposité a plazas de Adjuntos de Universidad en 1983 y a Cátedra en 1988 para dedicarme con más intensidad a la enseñanza universitaria con la ilusión de transmitir a las nuevas generaciones el capital que había recibido en mis años de formación tanto en la ULC y en la UCM como en los centros de formación de las empresas antes citadas.  Sin embargo me entristece decir que hace dos años decidí prejubilarme en la UCM, entre otras razones, por sentirme decepcionado dado el derrotero tomado por la enseñanza universitaria en España ante la drástica caída tanto en el nivel como, lo que es peor, en el interés de parte del alumnado sin que ello parezca preocupar a las autoridades académicas y políticas. Esto produce lo que los economistas denominamos el efecto crowding out, esto es, efecto expulsión de los que entendemos que la formación del capital humano, donde prime la calidad más que la cantidad, debe ser un objetivo prioritario en cualquier sociedad desarrollada. Esto me retrotrae de nuevo a nuestros años en la ULC ya que la situación actual de apatía contrasta enormemente con la ilusión y el rigor con el que estudiábamos entonces motivados quizá por entender que era la única forma de promoción social. Paradójicamente la bonanza económica de las últimas décadas puede resultar negativa para las generaciones de jóvenes del momento ya que nos enfrentamos a la peor crisis económica de los últimos tiempos sin que exista el espíritu emprendedor necesario para salir de la misma. Como nos decía en la ULC el profesor Alfonso Barrada el vocablo economía etimológicamente procede de dos voces griegas oicos (casa) y nomos (ley), esto es, la ley de la casa y cuando la casa de todos que es el país se rige por la ley del despilfarro y del mínimo esfuerzo o se pone remedio o se termina en bancarrota porque como dice un viejo refrán castellano “tirar con pólvora del rey” es muy fácil pero no conduce a buen término. Los problemas económicos generan problemas sociales porque una economía que no crece no permite crear empleo ni mantener el Estado del bienestar. Se ha creado un gran Leviatán con estructuras político-administrativas que se superponen hasta alcanzar seis niveles de gobierno con la detracción de recursos públicos que ello supone en detrimento de la asignación al gasto social por excelencia como es la educación y la sanidad, en suma, a la creación y al mantenimiento del capital humano que es el mejor capital de un país. Porque el capital material emigra a lares más propicios cuando la situación económica no le es favorable.

No quiero terminar con reflexiones pesimistas. Un buen amigo compara las etapas de la vida con una corrida de toros. La primera etapa, en los primeros 30 años de adolescencia y juventud tenemos el entusiasmo y la fuerza como el toro en el primer tercio que sale con brío y a veces incluso se estrella contra las tablas. Entre los 30 a 60 años en la madurez el ser humano como los toros ya ha perdido parte del brío y se enfrenta al tercio de banderillas que a veces se manifiestan en los problemas de trabajo, de salud, familiares, etc. En el último tercio entre los 60 y 90 años el ser humano se vuelve más reflexivo  y se reconforta con su pasado. Cuando me encuentro en el último tercio de mi vida quiero y debo expresar mi felicidad por ser un antiguo alumno de la ULC, por lo mucho que recibí de ella y mi emotivo agradecimiento, aunque en muchos casos sea a titulo póstumo, a todos los que en la ULC, principalmente educadores y profesores, me transmitieron el mejor capital que he poseído en mi vida que ha sido la formación, mi capital humano. Gracias también a todos vosotros por permitirme evocar en voz alta lo que es un sentimiento íntimo que me acompaña toda la vida.

Gracias y buenas tardes.

 

Rafael Ortiz Calzadilla
Córdoba 1 de octubre de 2011