Las Universidades Laborales.

La Guerra Civil dejó a España arruinada. En el capítulo material, 300.000 viviendas y 200 pueblos quedaron total o parcialmente destruidos; casi el 40% de las carreteras y los puentes eran inviables; entre el 40 y el 70% del parque móvil ferroviario inutilizado; mas del 23% de la superficie agrícola no se labraba y el 31% de la industria quedó fuera de juego. Si a esto se une la expoliación casi total de las reservas de oro y divisas y la enorme deuda contraída, el panorama era desolador.
Universidad Laboral "Francisco Franco" en la ciudad de Tarragona (Cataluña) 
En los tres años bélicos se habían producido en números redondos 300.000 muertos en campaña, 155.000 fallecidos por causas naturales y unos 190.000 exiliados no recuperables. Quedaban 24 millones de habitantes en su mayoría reducidos a la condición de productores agrícolas e industriales con un 70% sin trabajo, un 23,7% de analfabetos y solo un 18,2% con nivel de vida asimilable al de las clases medias.

En tales circunstancias, el gobierno franquista comenzó la reconstrucción nacional y a buscar fórmulas que suavizaran la gravísima desigualdad social. Para esto último planteó una política en dos direcciones: Por un lado se lanzó a crear un sistema de seguridad social, mutualidades laborales y de otra parte se empeñó en elevar la cultura de las masas trabajadoras como único medio de arrancarlas de su ancestral subdesarrollo.

Comenzaron por los propios cuarteles, aprovechando a los universitarios que se incorporaron de reemplazo y castigando sin permisos a los soldados que no conseguían aprender a leer y las cuatro reglas básicas, para seguir en 1942 con las escuelas de capacitación social dependientes del Ministerio de Trabajo, al frente del cual se encontraba el insigne falangista José Antonio Girón de Velasco.

Cuentan que en 1948, el Ministro y su Subsecretario plantearon la posibilidad de montar un quimérico régimen de formación profesional que culminara en Universidades Laborales y para trabajar en la idea convocaron a los falangistas Cristóbal Espín y Gabriel Ledesma, al ex diputado socialista Abrés Ovejero, un anarquista apellidado Blanco y a un antiguo miliciano sindicalista vasco de apellido Oca. El quinteto de idealistas, en reuniones dominicales, fue plasmando la idea en proyecto y calculando hasta el menor detalle, desde la uniformidad a utilizar, los programas a cubrir, el régimen de vida y los gastos a soportar.

El resultado de los trabajos permitió a Girón declarar en Sevilla, el 25 de noviembre de 1950: 

“Vamos a crear gigantescas Universidades donde se formen, además de obreros técnicamente mejores, hombres de arriba abajo, capacitados para todas las contiendas de la inteligencia, entrenados para las batallas del espíritu, de la política, del arte, del mando y del poder. Vamos a hacer hombres distintos, vamos a formar trabajadores dentro de unos españoles libres y capaces. Vamos a hacer la revolución de los hombres y no la revolución de unas máquinas de rendir trabajo”.

Lo cierto y real es que implementaron un tipo de becas que facilitaba a las familias el desprenderse de sus hijos, potenciales fuentes de ingresos familiares a una corta edad, ya que, el Estado se ocupaba de la totalidad de los costes de enseñanza; los viajes autorizados a y desde el centro de enseñanza; calefacción y alumbrado; lavado y entretenimiento de ropa; servicios médicos y farmacéuticos; y todo lo necesario para el aseo.

Universidad Laboral en la ciudad de Gijón (Principado de Asturias) 
También se consideró muy importante el vestuario, que podría contribuir a marcar diferencias entre pobres y más pobres, para evitarlo, con la beca se entregaba el siguiente equipo por alumno y curso:

Traje de diario (chaqueta, cazadora o jersey y dos pantalones). 
Prenda de abrigo y dos pijamas. 
Calzado (botas y zapatos de vestir). 
Dos monos de trabajo, albornoz y equipo de gimnasia. 

La primera Universidad Laboral que entró en funcionamiento fue la de Gijón durante el curso académico de 1955-1956. Al iniciarse el curso académico de 1956-1957 entran en funcionamiento tres nuevas Universidades Laborales: Sevilla, Córdoba y Tarragona. La gestión de estos centros de enseñanza se encomendó a las órdenes religiosas siguientes: la Universidad Laboral “José Antonio Girón” de Gijón, a los Jesuitas, la Universidad Laboral “Onésimo Redondo” de Córdoba, a los Dominicos y la Universidad Laboral “José Antonio Primo de Rivera” de Sevilla, a los Salesianos. 
Excepto la Universidad Laboral “Francisco Franco” de Tarragona que fue dirigida por personal civil afiliado al Movimiento Nacional.

En 1957 José Antonio Girón cesó en el Ministerio de Trabajo por presión de las fuerzas financieras que recelaban de su espíritu revolucionario y se quejaban del enorme gasto dedicado a obras sociales. Su sucesor, Fermín Sanz Orrio, se limitó a mantener las Universidades existentes. Luego, los Ministros tecnócratas Laureano López Rodó, Alberto Ullastres y Mariano Navarro Rubio, impulsados por el tandem Jesús Romeo Gorría (Trabajo) y Torcuato Fernández Miranda (Promoción Social) incluyeron en los sucesivos Planes de Desarrollo nuevas Universidades Laborales que siguieron el estilo grandioso de las anteriores.

Las universidades laborales de los años sesenta se situaron en La Coruña, Ayuntamiento de Cullaredo; Alcalá de Henares (Madrid); Zaragoza (“Virgen del Pilar” para alumnado femenino encomendado a la Sección Femenina); Cáceres el primer año para alumnos y después siempre para féminas; Huesca; Eibar (Guipúzcoa) y Cheste (Valencia).

Fuente: http://franquistas.blogspot.com.es